Los claroscuros de la economía para 2007

El vicepresidente económico del Gobierno no ha querido despedirse del año 2006 sin dejar constancia de su optimista valoración de la economía española, tanto para el año 2006, en el que el Producto Interior Bruto registrará un crecimiento superior al previsto, del 3,8%, como para el año 2007, en el que el PIB podrá crecer un 3,4%, también algo por encima de las previsiones que se manejaban con anterioridad.





El lado menos luminoso de nuestra realidad económica ofrece también cifras destacables, aunque en este caso muevan a la preocupación: elevado déficit por cuenta corriente (el mayor del mundo en relación al PIB), tasa de inflación por encima de la europea, excesiva dependencia de la actividad de la construcción y unos niveles de productividad alejados de lo que se le debería exigir a una economía que presume de haber logrado la convergencia con la media europea.
La economía española está contabilizando, si estas cifras se llegan a confirmar, uno de los periodos más largos y dilatados de crecimiento de la actividad económica, que podría llegar a prolongarse por espacio de 14 años, si al año 2006 se une el ejercicio de 2007. El crecimiento económico se inició en el ciclo actual allá por el año 1994 y alcanzó su máximo esplendor entre los años 1997 y 2000, ambos inclusiva, cuando el PIB crecía a tasas superiores al 4%. Con el resultado previsto para el año 2006, un 3,8%, la economía española suma cuatro años consecutivos a un ritmo superior al 3% anual.



Las favorables cifras del PIB se trasladan a otras vertientes de la economía como la creación de empleo o la inflación, en los que España está logrando resultados favorables tirando a buenos. En inflación quizás es en donde nuestra convergencia con los socios europeos (y, por lo tanto, nuestras posibilidades en los mercados a los que van las exportaciones españolas) es más deficiente, ya que en los últimos años la economía española ha acumulado un diferencial de precios con la media de la Eurozona del orden del 10%, lo que explica en buena medida las deficientes marcas que están ofreciendo las exportaciones y en general la balanza comercial.




Esta fase de acelerado crecimiento tiene, en suma, uno de sus contrapuntos más preocupantes en el sector exterior, cuya cuantía puede conducir a un déficit de la balanza por cuenta corriente superior al 8% del PIB, algo que no tiene parangón entre las economías desarrolladas y que pone de relieve la falta de competitividad que ha ido acumulando en los últimos años el sistema productivo, incapaz de producir bienes con capacidad de penetración en los mercados exteriores en la medida suficiente como para acercar la búsqueda del equilibrio de la balanza comercial.
Junto a una tasa de inflación algo mayor de la que nos convendría y a un déficit comercial que empieza a situarnos al borde de una peligrosa calificación de escasa solvencia internacional, la economía española tendría que afrontar decididamente en el curso del año 2007 al menos dos tareas primordiales.




La primera, tratar de enderezar el defectuoso rumbo del comercio exterior, cuya principal lacra en estos últimos años ha sido el declive de la fortaleza de las exportaciones industriales. España es uno de los países que más está padeciendo las consecuencias negativas de la globalización, aunque por el momento este fenómeno esté aportando también indudables beneficios, como se puede contemplar con la importante aportación de mano de obra extranjera.




Recuperar la competitividad industrial es una tarea que en algunos sectores industriales puede ser poco menos que imposible, pero que en otros requeriría un esfuerzo destinado a salvar algunas producciones que en los próximos años, ante un debilitamiento de la demanda internacional, pueden sufrir de nuevo y con mayor intensidad el castigo (o, si se quiere, el beneficio) de la competencia internacional.


La segunda tarea a la que la economía española tendría que dedicarse con algo más de énfasis en los próximos es la de sustituir el motor básico del crecimiento, la construcción, por otro que ofrezca síntomas de mayor dinamismo y más rentabilidad, como debería ser el caso de las nuevas ramas industriales, siempre y cuando estén suficientemente volcadas hacia los mercados internacionales. Por desgracia, una tarea de reindustrialización sobre bases nuevas y con mayor valor añadido no se logra en un corto espacio de tiempo ni se consigue sin aplicar a ello importantes recursos financieros.


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Vía: Primo Gonzalez. Estrella Digital; blogalaxia,tags: technorati,tag:

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