Las tiendas de los chinos se imponen en el barrio

Su fórmula comercial se basa en grandes dosis de sacrificio personal y familiar que no todos están dispuestos a pagar. Ferreterías, lencerías, droguerías y ultramarinos pierden hasta un 25% de sus ventas por la presencia de estos negocios, cuya legalidad es cuestionada por muchos.

Las tiendas tradicionales de barrio están de capa caída. Aquellas que lograron sobrevivir en los años noventa a las embestidas de las grandes superficies (Carrefour, Alcampo, etc.) y a las cadenas de libre servicio y gran descuento (Día) se enfrentan ahora a un enemigo mucho más poderoso: el comercio minorista chino.
En sus establecimientos se vende de todo -desde utensilios de cocina, productos de droguería y papelería a juguetes, lencería y alimentos- y están siempre abiertos. Amparados en el nuevo formato de tienda de conveniencia, que busca un horario más amplio y una mayor proximidad a los clientes, este tipo de negocio regentado por ciudadanos chinos está provocando una auténtica revolución comercial en los barrios de las ciudades españolas y está arrasando con un modelo basado principalmente en vender más barato y durante más horas.
Ante esto, muchos creen que es imposible competir. «La principal ventaja de los comercios chinos es que no tienen costes laborales, porque en el negocio trabaja toda la familia y eso les da la flexibilidad de poder hacer el horario que quieran. Además, sus redes de comunicación les permiten ser muy flexibles en la búsqueda y provisión de productos», asegura Antonio Díaz Morales, profesor del área de marketing del Instituto de Empresa.
El boom de este tipo de establecimientos -no se sabe su cifra actual porque no están registrados, aunque algunos estiman que podría pasar los 10.000 en España- se produjo a principios de 2000 con la apertura de tiendas tipo bazar, herederas de las antiguas Todo a cien. Pero en los últimos años, el negocio ha ido diversificándose y ya se encuentran tiendas chinas especializadas en alimentación, complementos, ultramarinos, joyerías y moda.«Los locales del todo a cien de los 80 no incluían productos textiles, ahora sí. Además, desde hace un par de años han empezado a ofertar la alimentación», dice Alfonso Tezanos, presidente de la Federación del Círculo Empresarial Independiente de Madrid (FCEI), representante de unos 20.000 comerciantes de la región, y vicepresidente de la Confederación Española del Comercio Minorista (Cecoma). Según él, esta «especialización» ya no afecta sólo a ferreterías, droguerías y demás, sino a lencerías, corseterías, tiendas de ropa, ultramarinos y fruterías de barrio.
Los datos de dicha federación indican que la competencia de los chinos ha provocado que estos comercios tradicionales dejen de ingresar entre un 20% y un 25% de sus ventas anuales, y que el número de cierres esté creciendo vertiginosamente. Hasta julio de 2005, la facturación del comercio textil chino en España fue de 1.383 millones de euros, lo que según la FCEI supone que el sector textil español ha perdido el 6,43% de sus ventas.
El ejemplo chino ha venido a demostrar que existe un nicho para que subsista el comercio de barrio, pero sobre la premisa de unas enormes dosis de sacrificio personal y familiar que no todos parecen dispuestos a pagar. Y esta competencia muchos la consideran ilícita y desleal.
Aunque la ley permite la libertad de horarios a las tiendas de alimentación con una superficie inferior a 120 metros cuadrados, siempre y cuando no superen el máximo de 12 horas diarias, muchos denuncian que los comercios chinos incumplen esta normativa y permanecen abiertos más de 72 horas semanales. Es el caso de una tienda de ultramarinos de una céntrica calle de Madrid. Sus dueños, también propietarios del restaurante chino colindante que no cierra nunca, lo mantienen abierto de 10 a.m. a 12 de la noche todos los días. En él venden desde pan hasta vinos de Rioja, pasando por todo tipo de comestibles y productos de droguería.
«Esto es normal», asegura Díaz Morales. «Para ellos este formato es muy cómodo. Aprovechan su red de distribución para traer sus productos, en la mayoría de los casos desde las naves industriales de Madrid. Para abastecerse de artículos como vino, detergentes y demás, acuden a los hipermercados, donde compran como minoristas y sin recibir facturas, por lo que no tienen que repercutir el IVA. Esto es un método que no es diferencial de los chinos y lo hacen muchos comercios tradicionales». Otra práctica de este colectivo es que suelen comprar en grupos. Se ponen de acuerdo y así sacan mejor precio y pueden vender más barato.
Pero al presidente de la FCEI ya no le preocupa de dónde se abastecen ni el hecho de que la mayoría de sus productos «ni están homologados, ni etiquetados, ni acreditan origen». Pero sí ha denunciado ante el Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad las irregularidades que cometen y ha exigido «que se aplique la ley igual que al resto de establecimientos». «Un local regentado por chinos es capaz de llenarse de mercancía y de ponerse en marcha en un plazo de entre seis y 15 días, sin ningún tipo de licencia de obra ni de apertura, mientras que un hostelero tiene que esperar hasta ocho meses por su licencia. Además, en estos negocios trabaja toda la familia -ancianos y menores-, no cotizan a la Seguridad Social y no pagan impuestos».
Precisamente porque no tienen licencias, sus negocios no constan en la juntas municipales y por ello no suelen ser controlados.«Los inspectores salen con una lista ya confeccionada y si en ella no aparece un local, se lo saltan y no entran».
Felipe Chen, portavoz de la Asociación de Comerciantes Chinos en España -representante de unos 519 en todo el país-, asegura que aunque sí existen irregularidades «como en todos los sitios», no es en la mayoría de los casos. Chen, que no conoce el número de comercios chinos existentes en la actualidad, es propietario de un bazar con licencia en la zona de Lavapiés en Madrid, que regentan sus padres. Asegura que cumplen un horario «normal» y que cierran a la hora de comer y a partir de las 8 de la tarde, «al igual que los locales chinos de alrededor, porque sino sería competencia desleal para nosotros también».
La Cámara de Comercio de Madrid acaba de hacer un censo con las altas en el IAE (Impuesto de Actividades Económicas). Hasta el 14 de octubre, el número era de 450.000, de las que «es imposible conocer cuántas de ellas pertenecen a chinos», según la institución.
Debido a la opacidad en el registro y a que los ayuntamientos no tienen las cifras, la FCEI ha decidido llevar a cabo un censo.Por el momento, y según el exhaustivo estudio por las calles de Madrid, llevan contabilizados unos 1.800 locales chinos. De ellos, un 60% se dedica a la alimentación y un 40% al textil.Tezanos está convencido de que sobrepasarán los 3.000, la mayoría sin licencias.

ALQUILERES MILLONARIOS POR ADELANTADO
Una de las razones por las que los comercios chinos están proliferando tanto en las ciudades es por la facilidad con la que éstos consiguen los locales para establecer sus negocios. La mayoría en alquiler.Pagan bien y al contado y eso convence a los propietarios.
Desde la FCEI aseguran que por un local de 100 metros cuadrados en una calle céntrica como Bravo Murillo en Madrid, pagan hasta 4.000 euros al mes. «El único aval que te dan es el pago del alquiler de un año o dos por adelantado», dice, por experiencia, Tezanos. «Como casi no tienen gastos, porque muchos viven en los mismos locales, ahorran muy rápido».
Los expertos coinciden en que a este colectivo no le gusta dejar pistas de sus finanzas y realizan siempre sus operaciones a través de pagos en efectivo, sin avales ni garantías.
Entonces, ¿de dónde sacan el dinero?
Felipe Chen, portavoz de la Federación de Comerciantes Chinos en España, asegura que, como el resto de la gente, sus compatriotas piden préstamos a las distintas entidades bancarias para financiar sus negocios. Pero los expertos consultados aseguran que no es así. «Lo normal es que traigan el dinero de China, procedente de un banco allí o de un préstamo familiar», dice Antonio Díaz Morales, profesor del Instituto de Empresa. Los que no lo traen de fuera consiguen dinero de amigos y familiares aquí. «El compromiso entre personas es muy grande y se ayudan unos a otros».
Chen lo confirma. «Si les tengo confianza y sé que me lo van a devolver, suelo dejar dinero a otros».

Vía: ecomur, elmundo.es; blogalaxia,tags:

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